La Ilusion: Los Reyes Magos

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Los Reyes Magos fueron siempre una fecha especial en mi niñez y estoy seguro de que mis padres pasaban el año pensando cómo ahorrar para regalarnos lo que pedíamos. Ese día todos nos acostábamos sin querernos dormir, para tratar de sorprender a Melchor, Gaspar y Baltazar en su tarea, aunque al final el sueño nos ganaba. Recuerdo que casi siempre teníamos los regalos esperados y a veces más. Velocípedos y Bicicletas; Guantes y Bates de baseball; uniformes de vaqueros y de doctores; En fin, que en aquel callejón donde vivíamos, el Día de Reyes se llenaba con nuestra alegría.

Sin embargo, con el paso de los años comencé a darme cuenta de que los queridos Reyes Magos tenían preferencias y que no llegaban a todos los niños por igual. Cerca de la casa había lo que se llamaba, y aún se llama, un solar. Un lugar donde muchas familias, más pobres que nosotros, debían hacer su hogar.

A mis padres no les gustaba mucho que «nos juntáramos» con los niños de aquel lugar, y era hasta lógico, pues no todos los que allí malvivían habían logrado sobreponer la honradez al maltrato y a la discriminación social.

Pese a ello y ya ni recuerdo cómo y cuándo, me hice amiguito de uno de aquellos niños y casi escondidas nos escapábamos con engaños a jugar: Le llamaré Juani.

Juani era negro como el carbón e, increíblemente, nunca lo recuerdo triste por vivir con un padre alcohólico que golpeaba la familia, por andar descalzo sobre la caliente acera, por jugar con juguetes hechos de madera y alambre o por no poder ir regularmente a la escuela. En fin, nunca lo vi triste por ser más pobre que yo.

Con 12 años y terminando la escuela primaria, los Reyes Magos de 1958 fueron posiblemente los últimos para un niño demasiado grande ya para creer en milagros y demasiado pequeño a la vez para comprender lo que sucedía a su alrededor.

Recuerdo que me habían traído una bicicleta 26 y yo, con tremenda alegría, busqué la oportunidad de enseñársela a Juani… No sé, quizás había pasado antes, pero para mí aquella fue la primera vez que me fijé en su mirada: No era envidia, no era siquiera tristeza. Era la mirada de quien no entiende el porqué, pero sabe que no puede hacer nada para cambiarlo.

Y creo que fue aquella mirada una de las cosas que marcó la utopía de mi vida: Luchar para que todos los Juani a mi alrededor tuvieran, al menos, lo que yo tenía.

Sin embargo, a veces siento que les fallé…. Aún veo aquella mirada en niños que, pese al sacrificio de sus abuelos y padres, no pueden tener el juguete del amiguito. La veo en niños que pese a casi tres generaciones de luchas, miran sin entender por qué ellos no son iguales a otros. En fin, la veo en niños que son los Juani de hoy……

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