Cuando terminábamos la “Previa”, los reclutas debíamos estar, vaya usted a saber por qué razón, 45 días sin salir de la Unidad asignada y en mi caso y en el de otras decenas de nuevos militares, ello representó un mes y medio de rudo trabajo, pues la tarea asignada para poder «salir de pase» era construir los refugios para toda la técnica de aquella unidad, lo que se traducía en construir huecos de 4 metros de profundidad donde “enterrarla” en – nada más y nada menos – que el diente de perro fosilizado (pero no por ello menos duro) de la loma de La Cabaña.
Fueron más de seis semanas de una rutina bien establecida: levantarnos al amanecer y durante 12 horas enterrar dinamita, explotarla y palear las toneladas de piedras resultantes, primero hasta el borde de los huecos (cada vez más profundos) y después a los camiones.
Fue un ciclo repetido hasta el cansancio, dirigidos por oficiales como Bocourt, un negro teniente de milicia, que nos alentada patriarcalmente lleno de polvo también, o Sarria, el sargento guardia viejo, que con su sonrisa burlona nos gritaba desde el borde del hueco sin concluir: «A trabajar, que ustedes han venido aquí a joderse», haciendo trizas el orgullo de haber ido a defender la Patria. Y de veras que habíamos ido a jodernos.
Como era nueva, casi todo en aquella unidad debía hacerse desde cero y entre las que debían estar listas para cuando comenzara el período de instrucción estaba la Base Material de Estudio (BME). Recuerdo que un día preguntaron a la formación de muchachones que después de desayunar esperábamos para regresar a nuestros huecos: «¿Alguien de ustedes es dibujante?» Y Juanito, que en su vida había tenido en sus manos un centropen o un plumón, levantó a unos metros de mí sus polvorientos brazos gritando a toda voz ¡Yooooo, Yoooooooo…..!
A partir de ese día, la flamante Unidad Militar 3336 tuvo un dibujante para crear su Base Material de Estudio y Juanito se iba cada noche a la cama sin polvo en el cuerpo. ¿Y yo.? Bueno, yo seguí acostándome sin bañarme, aunque aprendí el valor de estar siempre dispuesto a aprovechar las oportunidades y de saber poner el destino de nuestra parte.