La Montaña Roja y una Historia de Amor

Compartir en:

Con 171 metros de altura y fruto de una erupción volcánica ocurrida hace unos cuantos milenios, La Montaña Roja debe su color al proceso de oxidación que han sufrido las rocas que la componen.  Esta majestuosa  formación geológica sirve de fondo natural a una de las playas más bellas del sur de Tenerife, El Médano, y sus leyendas, como esta que hoy les regalo, nos llegan desde la distancia.

Durante siglos el océano ha tallado con sus olas abruptos cantiles de hasta cuarenta metros y la lluvia ha desgastado sus laderas, creando numerosos barranquillos poco profundos. Contra lo que cabría esperar, por ser un lugar de prolongadas sequías y un promedio de precipitaciones inferior a los 140 litros al año, la Montaña Roja y sus alrededores albergan una elevada biodiversidad con  más de 136 plantas contabilizadas – 29 de ellas endémicas -, una amplia variedad de invertebrados – muchos de ellos exclusivos del lugar – y 109 especies de aves, entre ellas el “Chorlitejo Patinegro” que ha escogido el lugar como uno de los pocos de la isla donde anida.

Sin embargo, estos parajes guardan también una bella y triste historia de amor, que bien pudo haber inspirado a la «Penélope» de Joan Manuel Serrat.  

Cuenta la leyenda que en un tiempo en que El Médano era un lugar despoblado, vivieron en Granadilla dos amantes llamados Juan y María y que, cuando él embarcó para América en busca de fortuna, ella le juró esperar su regreso. Pasaron años y un día ella, fiel a su promesa, recibió una carta de su amado en la que le decía que tras mucho penar ya era rico y que volvía a Tenerife  en un buque que estaba pronto a partir para ser feliz a su lado por siempre.

Llena de felicidad, María se dispuso a esperar ansiosa la llegada de su amado, tejiendo sueños y esperanzas. Pero los meses se convirtieron en años y Juan nunca llegó a Canarias. Unos dicen que una fuerte tormenta hizo naufragar el buque, mientras que otros aseguran que algún pirata lo había apresado, asesinando a la tripulación y los pasajeros para robar su carga. Nunca se supo lo que sucedió en realidad y lo único cierto fue que María no supo más de su Juan y la locura comenzó a apoderarse de ella.

Cuentan que desde entonces, María salía todos los días de su casa en Granadilla y, caminando a través del campo, llegaba a la playa de El Médano y se sentaba sobre una roca a los pies de la montaña, esperando durante días – que se convirtieron en meses y después en años -, el regreso de su amado.

Al final, olvidó regresar a su casa y con el cabello cada vez más blanco y la ropa hecha jirones deambulaba por la arena mirando al horizonte, hasta que un día, como alma en pena, desapareció sin que jamás los pescadores del lugar, aquellos que por lástima o compasión le daban a veces de comer, encontrasen su cuerpo, ni los harapos que vestía. 

Unos dicen que el mar, viéndola sufrir por su amado, piadoso y condolido, la arrastró para llevarla hasta su amante y otros aseguran que un Duende milagroso la convirtió en la roca que actualmente descansa a los pies de la Montaña Roja: Peña María.

El contenido de este BLOG no puede ser copiado