Mi polvorienta nueva Unidad Militar estaba a distancia peatonal de la Escuela de Cadetes de Artillería «Camilo Cienfuegos», en La Cabaña, un conjunto de varias edificaciones tipo cuartel, construidas mucho antes de 1959.
Realmente no teníamos mucho trato con los cadetes de aquella escuela. Los que allí estudiaban eran futuros oficiales y, como es lógico y de esperar, miraban a aquellos jóvenes reclutas desde uno o dos escalones más arriba. Sin embargo, en ocasiones los cadetes y los soldados de nuestra unidad hacíamos actividades juntos, sobre todo – y seguramente no por casualidad – aquellas que tenían que ver con el chapeo de los parterres de las calles y en las áreas deportivas.
En aquella época la Garita de Entrada estaba cerca de la primera parada de ómnibus a la salida del Túnel de La Habana y al cruzarla nos encontrábamos con una larga calle asfaltada que daba acceso a la Escuela y a otras instalaciones, entre ellas – y al final -, nuestra Unidad.
A unos metros de la Garita de entrada y antes de llegar a la Escuela había un enorme parqueo donde se hallaban “en conservación”** decenas de vehículos de todo tipo, fundamentalmente jeeps y camiones, apoyados sobre cuatro cilindros de concreto, (uno en el extremo de cada eje), para evitar que los neumáticos descansaran sobre el asfalto y se echaran a perder
Unos meses después de nuestra llegada, con los huecos ya terminados y en plena preparación combativa, informaron que el Ministro de las FAR iba a realizar una visita a la Escuela de Cadetes y que nos incorporábamos a las tareas de limpieza y embelleciendo de sus áreas. A mí y a otros nos tocó pintar con lechada blanca los cilindros de concreto y con «preservo» los neumáticos de todos los vehículos en conservación.
Cuando terminamos, aquel parqueo se veía realmente bello, con el azul del mar que se extendía hasta el horizonte como fondo y todos los vehículos con neumáticos del negro intenso que otorga el preservo, descansando sobre pedestales blancos. Sin embargo, menos mal que nadie ordenó des-conservar alguno de aquellos medios de combate y utilizarlo, pues la verdad era que mayoría NI SIQUIERA arrancaban.
Creo que fue la primera vez que Oscarito vivió tan de cerca que «en cualquier parte se cuecen habas» (y se inflan globos) y esa noche durmió abrazado a la ilusión de que quienes nos visitaron se hubieran enfurecido si lo supieran, algo que posteriormente la vida le desmintió.
** Conservación: Estado en que se ponía la técnica de combate después de su mantenimiento para conservar intactas sus capacidades.