Ayuntamiento del Puerto de la Cruz: Edificio con siglos de memoria

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Hablar del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz es hablar de la evolución de toda una ciudad. Quien pasea hoy por la Plaza de Europa y observa el edificio consistorial, quizá lo vea como un inmueble administrativo más, donde se celebran plenos, se tramitan documentos y se atiende a los vecinos.

Sin embargo, tras esas paredes se esconde una historia que arranca en el siglo XVII, cuando lo que allí se levantaba no era un ayuntamiento, sino un convento franciscano.

Este artículo nos llevará a recorrer la trayectoria de este lugar: desde su origen religioso en 1651, pasando por su transformación en Casa Consistorial tras la desamortización, hasta sus funciones actuales como sede del Gobierno municipal y centro de atención social. También descubriremos su entorno inmediato, donde conviven otras edificaciones históricas que completan el retrato de este rincón fundamental del Puerto de la Cruz.

El solar que hoy ocupa el Ayuntamiento fue en otro tiempo un espacio de recogimiento espiritual. En 1651 se fundó en el lugar el Convento de San Francisco de Asís, en un momento en que el entonces Puerto de La Orotava comenzaba a prosperar como enclave comercial vinculado a la exportación de vino hacia Inglaterra, Flandes y América.

Los franciscanos eligieron un emplazamiento privilegiado, muy próximo al mar y al núcleo poblacional. Su arquitectura seguía el estilo conventual canario de la época: muros de piedra volcánica, un claustro central rodeado de dependencias, iglesia anexa y celdas austeras para los frailes.

El convento no solo era un centro de culto. También ejercía labores de enseñanza, instruyendo a niños y jóvenes en las primeras letras, y desarrollaba una función social, asistiendo a los pobres y necesitados. Durante más de dos siglos, fue un espacio de referencia espiritual y comunitaria para los habitantes del puerto.

Sin embargo, con la desamortización de Mendizábal, en 1836, muchos bienes eclesiásticos pasaron a manos del Estado para ser reutilizados en usos civiles y el Convento franciscano del Puerto de la Cruz no fue la excepción.

A partir de ese momento el edificio perdió su función religiosa y se transformó en sede administrativa por lo que aquello que había sido lugar de silencio y oración se convirtió en espacio de debate político, acuerdos vecinales y vida pública, naciendo así la Casa Consistorial del Puerto de la Cruz. Este cambio no fue inmediato ni sencillo: la adaptación del inmueble exigió reformas, reestructuraciones y la adecuación de las estancias conventuales a oficinas, salas de reuniones y archivo.

Con el tiempo, la antigua iglesia conventual y los espacios anexos fueron perdiendo protagonismo, mientras que el edificio consistorial se consolidaba como el centro del gobierno local. Desde allí se dirigía la vida municipal: se organizaban las infraestructuras, se tomaban decisiones sobre el comercio y se resolvían cuestiones judiciales menores y donde antes resonaban rezos, ahora se escuchaban las voces de concejales y alcaldes debatiendo el futuro de la ciudad.

Curiosa y paradójicamente, las oficinas de los Servicios Sociales, ubicadas en lo que fuera parte del Convento, mantienen la vocación asistencial que ya practicaban los franciscanos siglos atrás, como una continuidad histórica y social.

   

El Ayuntamiento se encuentra en un entorno urbano de gran valor. Frente a él se abre la Plaza de Europa, construida en el siglo XX sobre la base de las antiguas defensas costeras siendo, con su muralla, cañones y vistas al mar, uno de los rincones más emblemáticos del Puerto de la Cruz, funcionando también como punto de encuentro y escenario de actos culturales y festivos.

Junto al muelle que en el pasado controlaba la entrada y salida de mercancías, encontramos la Casa de la Real Aduana. Cerca tenemos también la Iglesia de Nuestra Señora de la Peña de Francia, templo parroquial principal de la ciudad, así como varias casas señoriales que, con sus balcones de madera, recuerdan el esplendor de pasados siglos combinando arquitectura civil, religiosa y militar.

Concluyendo, el Ayuntamiento del Puerto de la Cruz es un ejemplo palpable de cómo un edificio puede cambiar de función a lo largo de los siglos sin perder su importancia central. Fue convento, fue casa consistorial y sigue siendo hoy el corazón administrativo y social de la ciudad, con una decoración que asemeja en ocasiones un museo.

Además, su ubicación en el marco incomparable de la Plaza de Europa lo convierte en un punto obligado para todo visitante que quiera comprender la historia del Puerto de la Cruz. Al detenerse frente a su fachada, uno no solo contempla un edificio institucional, sino un testigo silencioso de la evolución de la ciudad, desde su pasado colonial y portuario hasta su presente turístico y moderno.

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