El Puerto de la Cruz y el Menceyato de Taoro

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El Puerto de la Cruz, ciudad conocida por su espíritu cosmopolita, formó parte en tiempos antiguos de los dominios del Menceyato de Taoro, el más poderoso de los reinos guanches de Tenerife. Conocer esta historia es asomarse a los orígenes mismos de la isla, a su resistencia frente a la conquista castellana y a la persistencia de una cultura que, aunque transformada, aún late en la vida cotidiana de sus gentes.Los guanches antes de la conquista

Los guanches eran los antiguos habitantes de Tenerife antes de la llegada de los europeos en el siglo XV. Su origen ha sido objeto de estudio durante siglos, y las investigaciones arqueológicas, lingüísticas y genéticas coinciden en situarlos dentro del grupo de pueblos amazigh o bereberes del norte de África.

Se cree que los primeros pobladores llegaron a las Islas Canarias entre los siglos X a. C. y II d. C. Una vez establecidos, su evolución cultural siguió caminos propios. El aislamiento geográfico provocó la pérdida de contacto con el continente y permitió el desarrollo de una sociedad autóctona, con estructuras políticas, económicas y religiosas singulares.

En Tenerife, los guanches desarrollaron un modo de vida basado en la ganadería caprina, el trueque y la recolección de productos naturales. Utilizaban cuevas naturales o excavadas en toba volcánica como viviendas y necrópolis, elaboraban cerámica sin torno y practicaban una religión de carácter naturalista, en la que el Teide y los fenómenos naturales tenían una dimensión sagrada.

En el momento de la llegada de los conquistadores castellanos, Tenerife estaba dividida en nueve menceyatos o reinos independientes: Taoro, Tegueste, Tacoronte, Anaga, Güímar, Adeje, Daute, Abona e Icod. Cada menceyato estaba gobernado por un mencey, figura con autoridad política y religiosa sobre su territorio.

Entre todos ellos, el Menceyato de Taoro destacaba por su extensión, su riqueza y su influencia. Comprendía buena parte del norte de Tenerife —incluyendo el Valle de La Orotava, Los Realejos y la zona costera donde hoy se asienta el Puerto de la Cruz—, siendo en muchos sentidos el corazón político y espiritual de la isla.

Mencey Bencomo

Bencomo fue el último Mencey de Taoro antes de la conquista. Su figura encarna la dignidad, la inteligencia estratégica y el sentido de comunidad del pueblo guanche. Los cronistas lo describen como un hombre fuerte y decidido que, combinando sabiduría y valor, era respetado por sus aliados y temido por sus enemigos.

Cuando en 1494 el conquistador Alonso Fernández de Lugo desembarcó en la isla con el propósito de someterla a la Corona de Castilla, Bencomo se convirtió en el principal opositor a su avance. Aunque algunos menceyes —como los de Anaga y Güímar— se aliaron con los castellanos, la mayoría de los del norte y oeste se unieron a Taoro para defender su libertad.

La conquista de Tenerife

La conquista de Tenerife comenzó oficialmente en los primeros días de mayo de 1494, cuando Fernández de Lugo —veterano de la conquista de La Palma— desembarcó en Añazo, en la costa sur de la isla, con un ejército de unos dos mil hombres: soldados castellanos, canarios aliados y aventureros europeos. Su objetivo era tomar el control del territorio mediante alianzas y la fuerza militar, pero se encontró con una resistencia guanche mucho más sólida de lo esperado.

Poco después del desembarco, Lugo se entrevistó en La Laguna con el Mencey de Taoro, ofreciéndole amistad, conversión al cristianismo y sometimiento a los Reyes Católicos. Cuentan los cronistas que Bencomo aceptó lo primero, se extrañó de lo segundo y se ofendió por lo tercero. Tras aquella reunión, ambos bandos se retiraron como enemigos. Bencomo buscó el apoyo de los menceyes de Tacoronte, Tegueste, Daute e Icod, preparándose para la defensa.

El liderazgo de Bencomo fue determinante desde el inicio. Su conocimiento del terreno, su capacidad para organizar emboscadas y su dominio de las tácticas de guerrilla resultaron cruciales para infligir una de las derrotas más contundentes sufridas por los conquistadores en toda la historia de Canarias: la Primera Batalla de Acentejo. En este enfrentamiento, las tropas castellanas fueron prácticamente aniquiladas, y la victoria guanche se convirtió en símbolo de valentía y destreza militar.

Sin embargo, aquella victoria no bastó para detener los planes de conquista. En noviembre de 1495, Fernández de Lugo regresó desde Gran Canaria con refuerzos y con el apoyo de algunos menceyes del sur ya sometidos.

Dos batallas resultaron decisivas:

  • La batalla de Aguere, librada el 14 de noviembre de 1495 en el llano donde luego se fundó San Cristóbal de La Laguna. En ella los guanches fueron derrotados y murió Bencomo, marcando un punto de inflexión en la guerra.
  • La Segunda Batalla de Acentejo, el 25 de diciembre de ese mismo año, en el mismo escenario donde los guanches habían triunfado meses antes. Esta vez, la derrota fue total. Resultó que las tropas de Lugo hicieron un prisionero guanche y este traicionó a los suyos delatando los planes  para la batalla del dia siguiente (siempre hay alguno)

Tras estos enfrentamientos, las tropas castellanas consolidaron su dominio sobre la isla. Tenerife pasó a formar parte del Reino de Castilla, culminando así el proceso de conquista de las Islas Canarias.

Las consecuencias de la conquista para los guanches fueron devastadoras. La guerra, las enfermedades introducidas por los europeos y la esclavitud diezmaron a la población indígena. Muchos guanches fueron vendidos como esclavos en la península, mientras que otros fueron repartidos entre los conquistadores como sirvientes. Los supervivientes se integraron lentamente en la nueva sociedad colonial, adoptando la lengua, la religión y las costumbres de los castellanos.

En el territorio de Taoro, la reorganización colonial transformó por completo el paisaje. Los fértiles terrenos del valle fueron repartidos entre colonos procedentes de Castilla, Portugal y Génova. La zona costera —especialmente el área del actual Puerto de la Cruz— se convirtió en punto de carga y descarga de mercancías agrícolas, germen del futuro desarrollo comercial de la ciudad.

La herencia guanche en el Puerto de la Cruz

A pesar de la conquista y la asimilación cultural, la identidad guanche no desapareció por completo. Su huella se mantuvo viva en la memoria colectiva, en las costumbres rurales, en la lengua popular y en la relación espiritual con la tierra. Más de quinientos años después, sigue siendo perceptible no solo en el Puerto de la Cruz, sino en toda Canarias.

Los estudios genéticos han demostrado que gran parte de la población canaria actual conserva ascendencia guanche, especialmente en las líneas maternas. Esto confirma que el mestizaje cultural y étnico no significó la desaparición total de los antiguos canarios, sino su transformación en una nueva identidad mestiza.

Aunque el paisaje urbano moderno parezca alejado de aquel mundo ancestral, bajo sus calles y barrancos aún se conservan vestigios arqueológicos que testimonian su presencia. Además, numerosos topónimos de origen aborigen —Taoro, Tigaiga, Chasna, Añaza, Adeje— reflejan esa profunda conexión con el pasado.

Tradiciones locales como las fiestas de la cosecha, el uso ritual del agua, el silbo o la lucha canaria son ejemplos vivos de la herencia cultural guanche, transmitida a través de generaciones.

El estudio del Menceyato de Taoro nos invita a comprender el pasado no como una época perdida, sino como la base viva de la identidad del Puerto de la Cruz. Bencomo y su pueblo representaron el último intento de mantener la autonomía cultural y territorial de los aborígenes canarios frente al poder europeo. Su derrota no borró su memoria: la convirtió en símbolo de resistencia, orgullo y arraigo.

Hoy, El Puerto de la Cruz —como prácticamente toda Canarias— es un puente entre pasado y presente. Cuando caminamos por sus calles empedradas, estamos caminando sobre la misma tierra que un día cultivaron, cuidaron y defendieron los guanches, recordándonos que la historia de Tenerife no puede entenderse sin ellos ni sin el espíritu indómito que todavía habita en su pueblo.

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